;-Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro. {L&F.

Por un momento, mi pecho se ablandó. No pude recordar cuándo fue la última vez que alguien supo leerme los ojos... y que además, demuestre preocupación por ello. Pero luego recordé que no lo conocía, ni sabía sus intenciones. Quizás sólo lo preguntó para sacarme un tema de conversación, o me quiere para ser su compañera de cama por una noche, como la mayoría de los idiotas de esta ciudad. O quizás...
—No, no... no pasa nada. ¿Por qué lo preguntas? —le respondí mirándolo con una media sonrisa disimulada, simulando sorpresa—Ha de ser la falta de sueño... el frío no me dejó en paz en toda la noche. —tomé la taza entre mis manos y posé los codos sobre la mesa, para luego darle un pequeño sorbo a mi "Caramel macchiato".

Tragué saliva con el rostro sin expresión alguna frente a ese puñal. Fue como si una bandada de cuervos se abalanzara sobre mí, y me hacía perder el equilibrio para caer por un barranco. La imagen de mi padre se proyectó en mi mente por unos segundos que los sentí como minutos... hasta que negué muy sutilmente con la cabeza, mirándolo fijamente.
—No. —murmuré tajante, pero con un tono cargado de dolor—Mi familia no se encuentra en la ciudad. —mis ojos se humedecieron, pero tan solo se podía percibir como un brillo—¿Y tú? ¿Qué harás? —cambié finalmente de tema con una sonrisa débil.

—Entiendo... —asentí levemente, algo sumida en mis pensamientos.
Me daba curiosidad el porqué de su visita a la ciudad. En el país hay muchos otros lugares más turísticos que este... y además, en estas fechas el porcentaje de extranjeros baja considerablemente por las fiestas. Pero algo me decía que quizás no era buen momento para preguntar.

Miré el reloj de pared...  el puntero daba las 20:00 p.m. y ya había oscurecido. La lluvia no tenía ni la mínima intención de cesar. Le di el último sorbo a mi café lentamente, como si no quisiera que acabara, ya que eso daría paso a un adiós, nuevamente.
—¿Te hospedas por aquí cerca? —lo miré de manera cálida— Pregunto por la lluvia... —me encogí de hombros y le sonreí.

—Mejor... así no te arriesgas a una gripe. —le respondí aún sonriendo, para luego bajar la mirada—Yo vivo a unos quince minutos de aquí a pie. No creo que valga la pena gastar en un taxi a pesar de la lluvia... además, un poco de agua no le hace mal a nadie. —bromeé y volví a alzar la mirada pero esta vez al mesero, que se encontraba a mi lado, ofreciéndome la cuenta—Sí, por favor... —respondí con timidez, tomé la taza con ambas manos para facilitársela y luego me acomodé en la silla.

—Sí, está bien... —le respondí casi en un murmuro y sonreí tímidamente para evitar que notase mi recelo. Así me criaron; desconfiada y por ende, temerosa frente a los desconocidos -porque está claro que alguien como yo no podría defenderse por si sola-.

Pagué mi cuenta correspondiente, dejando con ella un billete de propina, un poco más del 10%. Salí de la cafetería a paso lento mientras escuchaba los de León a mis espaldas, y al salir me abracé a mí misma. El sonido de la lluvia ahora se escuchaba incluso estruendoso, y en cosa de minutos algunas calles cercanas ya se habían inundado. Alcé la mirada con el ceño levemente fruncido hacia un poste de luz, el cual facilitaba la visión de las gotas que parecían caer a toda velocidad. Suspiré silenciosamente y el vapor a causa de la temperatura se escapó de mis labios de una manera espesa. Aún bajo el tejado de la entrada, me acomodé el gorro de mi abrigo por sobre mi cabeza y me volteé hacia León.
—¿Vamos? —le hice una señal con la cabeza divertida, demostrando irónicamente mis ganas de empaparme con la lluvia.

Mentiría si dijera que me encanta estar bajo la lluvia sin un paraguas para protegerme. Pero la lluvia en sí... me fascina. En especial disfrutarla con un café cargado, un libro, una película, o incluso durmiendo mientras de fondo suena Ludovico Einaudi y el sonido se mezcla con el repiqueteo de las gotas en mi ventana. Pero esta vez tendría una gripe asegurada y no me agradaba mucho la idea.

Al llegar a casa, aceleré el paso hacia la entrada que estaba cubierta por un techo y me di cuenta que León se detuvo en la entrada, donde estaba nuestro buzón. ''Familia Scatini'' tenía pintado con letras de todos colores que hacían contraste con su fondo blanco. Saqué torpemente las llaves de mi bolsillo -ya que mis dedos casi no respondían por estar gélidos- y encajé la que correspondía a la cerradura, pero no sin antes voltearme a ver a León— Mi padre nunca quiso reciclar ese buzón. Dice que es un bonito recuerdo de cuando la familia estaba completa... —al decir esto último, hice una pausa y bajé el tono de voz— Pero en fin. —resoplé y lo miré a los ojos. Pude notar que algo había cambiado en ellos— ¿Quieres... quieres pasar y esperar a que la lluvia cese un poco? —su mirada ahora era fría. Fría como una piedra, lo que hizo que tragase saliva y me alejara unos pasos de él con disimulo, para mantener la distancia— O puedo prestarte un paraguas. Como prefieras tú.